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Después de 4 años de verse a escondidas de sus familias, comenzaron un noviazgo. Ambos dioses eran ahora adolescentes, Fobos de 14 años y Perséfone de 16 años. Un día en la noche Fobos fue a visitar a Perséfone nuevamente al templo de Deméter. Este sube y entra a través de la ventana, camina por la habitación buscando a su amada.

-Perséfone, ¿Dónde estas?
- ¡Ya voy amor!, sólo me estoy dando algunos retoques- le responde la diosa desde el baño.

Fobos se sienta en la cama para esperar. En eso Perséfone sale del baño, cubierta escasamente con una tela caminando hacia Fobos quien se encuentra estupefacto de la excitación. Perséfone lo toma del rostro y lo besa, Fobos confundido, se encuentra nervioso, pero lentamente abraza a Perséfone. Esta lo jala para acostarlo en la cama, ambos se despojan de sus vestimentas mientras se besan apasionadamente dejándose llevar por los instintos.

A la mañana siguiente, Fobos por primera vez se quedo dormido toda la noche junto con Perséfone. Este despierta y la mira dormir reclinando su cabeza sobre su pecho, escucha a alguien tocando la puerta.

- ¡Hija! ¿Por qué se escuchaban gritos anoche proviniendo de aquí? ¿Te pasó algo?
Perséfone despierta y mira a Fobos este asiente con la cabeza y sale del lecho para vestirse, mientras Perséfone se coloca a un lado de su puerta.

-No madre, no me pasó nada, todo está bien.
- Entonces por favor abre la puerta. ¿Y qué es ese aroma?- dice esta con sospecha provocando una leve carcajada por parte de ambos adolescentes- Hija ¿Hay alguien ahí contigo? ¡Abre la puerta en este instante!
- Sí, ya voy mamá.

Fobos terminó de vestirse, velozmente se acerca a Perséfone y la besa, se apoya en la ventana y en eso la puerta se abre, este salta ágilmente hacia un árbol, se sujeta de una rama y cae de pie al piso. Deméter entra a la habitación alterada, mira a su hija desnuda tapándose apenas con una sábana, observa que la ventana esta abierta, corre y se asoma por la ventana. Observa como Fobos escapa dirigiéndose al templo de su padre, Deméter voltea y mira a su hija indignada negando con su cabeza, sale de la habitación y Perséfone se sienta en su cama.

Más tarde ese día, Perséfone sale para recoger flores en los jardines del Olimpo con su prima Atenea, ambas se encuentran muy entretenidas, la felicidad se ve reflejada en el rostro de la joven diosa. De repente el cielo se nubla, algo muy raro en el Olimpo. Perséfone alza la mirada, Fobos va caminando por allí y la mira, tras de ella un caballo negro aparece, el jinete le pone una bolsa de tela en la cabeza y la sube al caballo, Fobos mira lo que pasa y corre hacia el caballo

-¡Deténgase! ¡¿Qué esta haciendo con Perséfone?!- grita forcejeando con el misterioso jinete.

El jinete voltea y lo mira, el jinete en realidad es Hades, dios del Inframundo, pero Fobos no distingue quien es. Se pone a un lado del caballo listo para atacar, pero Hades solo golpea con su mano a Fobos quien cae al piso. Una bruma negra rodea al caballo y este desaparece sin dejar rastro alguno, Fobos mira como desaparecen, se hinca en el pasto mientras llora.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Perséfone!- dice golpeando con su nudillo el pasto- Mal…maldición, no pude hacer nada para detenerlo…

Baja su mirada mientras llora, en eso aparece Helios, que en esos tiempos era el actual dios del sol, mira como este llora y sonríe burlonamente mientras se acerca a él.

-¡Qué mala suerte tienes niño, dejaste ir a tu amor de tu vida!- dice socarronamente- Y ¿Por qué? Porque eres débil, no pudiste hacer nada.
-¿Cómo sabias de Perséfone y yo?- le pregunta Fobos mirándole con una mezcla de ira y asombro al saber que su secreto fue descubierto.
- Simple, soy el dios sol, yo puedo verlo todo, incluso lo de ayer en la noche- dice poniéndole énfasis a las últimas palabras, haciendo que Fobos se sorprenda.
-Sí, vi cuando tú y Perséfone hicieron el amor, pero que pena que hayas dejado que se vaya así de fácil, se me hace que no la querías- prosigue este con su sorna.
Fobos enfurecido, se pone de pie dispuesto a golpear a Helios, pero rápidamente es sujetado por los guerreros del Olimpo al servicio de Zeus. Aún cuando es sujetado, forcejea para atacar a Helios mientras este sólo lo mira burlonamente.

-Creo que tienes algo entre manos, así que te dejare en tu miseria niño, cuídate- dice desapareciendo y detrás de Fobos se encuentran Zeus y Ares.
- Fobos me han contado de tus crímenes contra mi persona, contra mi hermano Hades, contra mi hija y contra el Olimpo, estoy decepcionado- dice el dios de dioses.
- ¡Yo no he echo nada! ¡Dígales que me suelten debo de ir por Perséfone!- grita este.
-¡Silencio! Tú no estas en posición para exigir, deberás ser castigado por tus crímenes, te guste o no y de ahora en adelante tu título del dios de miedo ya no tiene validez, ¿Entendido?- le dice Zeus.
-Debe de estar bromeando, ¡mi único crimen es haber amado a Perséfone con todo mi corazón!
- ¡Cállate! ¡Guardias, llévenlo a la sala de tortura, se le aplicará la máxima tortura por su osadía y obstinación!- dice colérico el dios del rayo.

Los guerreros llevan a Fobos a la fuerza mientras trata de escapar, este torna sus ojos hacia su madre Afrodita quien se encontraba con su hermano Deimos.

- ¡Ayúdenme, yo no hice nada malo, madre ayúdame te lo suplico!- le ruega este.

Ellos sólo miran como es llevado sin inmutarse. Ya dentro de una habitación oscura que parece no tener fin, los guerreros amarran y desvisten a Fobos, lo atan a dos columnas en el centro del cuarto quedando el con sus brazos extendidos. Los guardias se marchan y entra Ares a la habitación, Fobos se exalta.

- ¡Padre! ¡Por favor sácame de aquí, yo sé que tú puedes!- Ares sólo lo mira seriamente.
- Lo siento hijo pero yo soy tu verdugo, fue mandato de Zeus.
-No… no padre, ¡Ayúdame!

Ares extiende un látigo y golpea la espalda de Fobos sin piedad provocando que sangre profusamente de su herida, aún así, este le vuelve a golpear varias veces sin miramiento alguno. Cambia de armas frecuentemente y usa también sus poderes divinos para aumentarle la tortura. Después de años de ser torturado, Fobos es abandonado en esa habitación, quedándose ahí en silencio por los siguientes 24 siglos.